domingo, 20 de marzo de 2011

JOSÉ ANTUÑA. En memoria de un galerista vocacional.



                                        José Antuña
                                          En memoria
                                                          de
                                                 un galerista
                                                  vocacional


En su Casa o Galería Antuña
Enero 1998






   Se cumple en estas fechas diez años sin José Antuña y se le echa en falta. Este extraño y afectuoso ser, artístico hasta lo increíble, vivía en su casa-galería (Galería Antuña, por supuesto), sita en la calle de San Pedro, número cuatro, bajo-exterior.

   Conocí a Antuña, como no podía ser de otra manera, en la inauguración de una exposición. Era una colectiva, de variopintos artistas plásticos, algunos más plastas que plásticos. Había ido a ver qué novedades presentaban el pintor Carlos Aquilino, del que hace poco hice crónicas de su última muestra de pintura y dibujo. [Véase en este blog “Carlos Aquilino. Exposición de Pintura”, 5-1-2001; y  “Carlos Aquilino. Exposición de Pintura. Recapitulación”, 25-2-2011].

   Aquella expo tuvo lugar en una especie de galería del Barrio de Lavapiés, allá por finales de 1997. El ambiente era muy neo-cool, tirando a se vende poco, poquito. Los asistentes formaban la típica mezcla de personalidades que aparecen y se esfuman, que permanecen como estatuas seculares, que se conocen todos los eventos en los que beber y comer es por la patilla, que lucen su intelectualidad, trapillos y proyectos irrealizables. Buena gente, seguramente predestinada a no pasar a la Historia del Arte, pero del todo necesaria para que la vida no sea tan de bostezo. Para entendernos: aquel era el  ambiente de la PostMovida.

   Allí, entre tanto excéntrico sobresalía Antuña, raro entre los raros. Nuestras primeras palabras se cruzaron cuando el alcohol se había muerto. Pero él, como siempre, tenía la solución. “Venid conmigo, que sé donde hay”. Nos condujo a Mayte Pañeda y a mí hasta un oscuro rincón, en el que se escondía una pequeña nevera con algunas cervezas y dos botellas de cava. Con ellas, nos regalamos y regalamos a los allegados, para horror del dueño de aquella galería lavapiesana, un viejo jipi de guitarra y mohosas canciones de los Beatles.

   Después, hasta su fallecimiento en marzo de 2001, lo tratamos con frecuencia y familiaridad. Fue uno de mis retratados en  “Artistas y otras gentes” (Café La Manuela, mayo 1998; fotografía en blanco y negro). Nos paseamos en todos los ARCO buscando el mejor arte y vino. Contribuí con algunas fotos a su Casa Galería o Galería Antuña, abierta a cualquier hora de la noche o  del día a los artistas  y personajes más estrambóticos. Pues Antuña atraía hasta él el arte más arte que deambulaba por Madrid.

  Y era tan así, que podía tirarse horas tratando de convencer a un tabernero, de diseño o de verdad, que lo más conveniente para la decoración de su local era que colgara de las paredes pinturas o fotos extrapornográficas que él o algún amigo poseían. Normalmente los taberneros le miraban raro, pero al final le tomaban cariño, aunque no muy en serio.

   Antuña vivía de un curioso oficio. Era conserje del Museo Etnológico de Madrid, el que está en Atocha. Recuerdo la tarde de un sábado, en que no había más que uno o dos visitantes.  Nos llevó a Mayte, a nuestro hijo Miguel y a mí a zonas recónditas del museo a ver arrumbadas momias incas y el esqueleto del Gigante Extremeño. Sus comentarios eran de tal calibre que convertían aquellas antigüedades en arte de lo más actual. Tenía el don.

   Gracias a José Antuña, yo aún estoy en los Talleres de San Pedro 6, donde radica Metolcuatro. En enero del 2000, me llevó a ver a la persona, hoy ausente del susodicho espacio, que administraba aquellos talleres para artistas, actualmente en obras. De toda la parentela que durante once años ha habitado dichos talleres, sólo quedamos Mayte y yo, y por supuesto el espíritu de José Antuña, que me protege y me inspira.

   Tras su fallecimiento, sus amigos (¿dónde estáis?, ¿dónde estás Pachi?) le hicimos una especie de altar, con flores, velas y arte, en una  ventana que daba a la calle de la Galería Antuña. Pero transcurrido un año, todo quedó en olvido, su fondo artístico disperso o tirado y la casa vendida rápidamente por su familia de Asturias. Y la calle de San Pedro, el Barrio de las Letras y el Arte de Madrid se quedó huérfano de uno de sus espíritus más vivos e ingeniosos.

   Hoy en Internet sólo hay dos leves referencias a la Galería Antuña. Pero yo  sé que Antuña camina por Madrid proponiendo proyectos e ideas divertidas, gustosamente irrealizables y geniales. Sé que Antuña me acompaña y me inspira. Sé que le hubiera gustado (¿o le gusta?) esta cosa locamente cuerda llamada Metolcuatro.





   Querido Antuña, que los Dioses del Arte te tengan en su seno. Pero no los marees mucho con tus magníficas ideas artísticas. Un abrazo donde estés.

                                                        Rafa  Montesinos











En el desaparecido café El Diario
Enero 1998



En su Casa o Galería Antuña
Enero 1998

2 comentarios:

  1. buenos dias,...
    Todo un aventurero y entusiasta del arte. Una pena que nos lo perdamos en estos tiempos de glovalidad y valores universales. Por las fotos y los escritos de este pequeño homenaje el madrid del siglo XXI, se ha perdido todo un personaje.
    Un saludó, Héctor.

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  2. Yo también conocí a José Antuña..., hablé con el unas cuantas veces antes y después de abrir su casa-galería, y ciertamente guardo un grato recuerdo de él... de sus locurillas y como bien dices en el texto puramente postmovida. Hoy me acordé de él. salud.

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