sábado, 28 de mayo de 2011

Palabras en Venus y Eros (3). Emilio Porta.



Palabras en Venus y Eros
(3)
Emilio  Porta



 Pintura de Czerwona Kokardka







                        TOCAR  LA  VERDAD    

Ver de 
que te quiero ver.
De verte 
tanto callar.
Y de tanto
desear.

Pues que ver
para querer
es el cómo,
y es el qué.







 Pintura de Michel Carson





El qué, 
que te quiero ver,
lo que nunca
hay que 
esconder,
porque te incita
a pecar.

Que amar
tu cuerpo,
observar
todo el agua
de tu mar,
es placer
y es libertad.




Pintura de Jason Shawn Alexander





Amor que te
quiero dar,
y salir,
donde primero
hay que entrar.

Que solo 
mirar es ver
y hundirse
en tu cuerpo es
quizás la mejor
verdad.

     Emilio Porta






Fotografía de George Pitts


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lunes, 23 de mayo de 2011

RAFA MONTESINOS: "Quince Años de Fotos a la Antigua". Proyección.



Proyecciones
Fotográficas
en
TAPAS y FOTOS


QUINCE AÑOS
DE
FOTOS A LA ANTIGUA
por

RAFA MONTESINOS

Jueves 26  de mayo
2011
20  horas

TAPAS  Y  FOTOS
C/ Doctor Piga, 7
Lavapiés
Madrid



        Quince años de fotos a la antigua es un rápido repaso a la fotografía en blanco y negro y/o  fotoquímica realizada durante este tiempo. La proyección he dividido temáticamente en

Paisajes
Calles
Palabras en las Paredes
Retratos y Desnudos Femeninos
Ruinas y Máquinas Antiguas


   No es una antología, ni siquiera una selección. Sólo son las fotos que se fueron acumulando en mi laboratorio y que me he visto obligado a escanear. El tiempo y la tecnología deciden por nosotros.

domingo, 22 de mayo de 2011

ACCIÓN DODÓ-DADÁ. Narración: Miguel Montesinos Pañeda.


ACCIÓN DODÓ-DADÁ
Narración

Ana Mª Cuervo de los Santos
Miguel Montesinos Pañeda
Rafael César Montesinos
Daniel Bolado
y

El Saxo de Ignatius
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Miércoles 18 de mayo, 2011
19, 30 horas

CAFÉ  LIBERTAD 8
C/ Libertad 8
Metros Chueca y Banco de España

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Ofrecemos en cuatro entregas los textos que se escucharon en  ACCIÓN  DODÓ-DADÁ
PROSA

Primera entrega
CUATRO  SOTA
por

Miguel Montesinos Pañeda












                  SOTA  DE  BASTOS


   Desde que era pequeña, Belinda siempre fue la chica más guapa del pueblo. Los chicos querían cogerla de la mano,; las ancianas darle sonoros besos en la mejilla. Sus ojos verdes, su sonrisa fina, sus vestidos a medida. Sin embargo, todo ese encanto se perdía cuando Belinda hablaba. De la boca le salían insultos, bromas verdes, escupitajos. Su madre quería que fuese modelo y viese mundo. En cambio, a ella sólo le gustaba pelearse con los chicos y tirar petardos.

  Belinda creció cada vez más ordinaria pero también más bella. Sus fauces, de dientes blancos, perfectos, se abrían para reír, para eructar, para enseñar pollos sin masticar.  Belinda se quedó en el pueblo trabajando de mecánica, de leñadora, de agitadora de bares. Era más fuerte que cualquier chico, más guapa que cualquier mujer.

   Un día alguien la retó a una carrera del taller al bar. Fuera llovía, relampagueaba. Belinda corrió sin mirar atrás. De repente, un estruendo, un árbol que se rompe, una mujer atrapada por un trozo gigantesco de leño. Los insultos y las quejas de Belinda se iban diluyendo entre el sonido de los truenos y el viento. Antes de cerrar los ojos, Belinda sintió que ya no sentía nada.

   Cuando los volvió abrir, ella se había convertido en la Sota de Bastos. Su madre ya estaría contenta. Era modelo y famosa. Belinda también estaba contenta. Seguía trabajando de leñadora. Seguía agitando bares.












                                              SOTA  DE  COPAS


   El abuelo de Jimena jamás iba sobrio. Quizás fuese porque su jefe era un ogro o, tal vez, porque su mujer estaba como un vegetal. Las manos siempre le temblaban y de su lengua salían historias tan surrealistas que nadie sabía nunca si eran verdad o meras fantasías de borracho. Jimena creció  tocando  sus extremidades temblorosas, escuchando sus historias fantasiosas, viendo sus borracheras y cogorzas.

   Al crecer, Jimena también comenzó a beber. Primero fue un chupito de vino, luego un sorbo de cerveza, más tarde una copa llena de ron.  Ella bebía porqué se casó con un hombre al que le gustaban los hombres, porque sus amigas eran de cartón piedra, porque su hijo jamás pronunciaba palabra. Todos los camareros conocían su pelo azabache, sus brindis al sol, sus baños en alcohol. A Jimena la había  llevado a casa la vecina del cuarto, la policía, el camarero del bar de la esquina. En casa nadie preguntaba por ella. Su marido no estaba y su hijo no hablaba.

   Una noche cualquiera, Jimena comenzó a beber hasta que las lágrimas le supieron a vino de vagabundo, a cerveza alemana, a ginebra inglesa. Sentada en la barra de un bar, Jimena apoyó la cabeza y se quedó dormida.

   Al despertar, vio al abuelo sentado en una silla muy lujosa. Tenía una copa de vino en la mano e iba elegantemente vestido. El anciano se había transformado en el rey de copas. Inmediatamente, le ofreció a Jimena un vestido nuevo y un vaso de su mejor reserva. Juntos brindaron por la nueva Sota de Copas. Mientras bebía el primer sorbo, Jimena comenzó a sentir como los problemas se diluían entre el granate del vino, entre el blanco del frágil vaso.








                                            SOTA  DE  ESPADAS


   El médico exploraba el cuello de María con atención. Tocaba delante y detrás buscando el origen del dolor. Tras un rato, emitió el diagnóstico. María tenía tortícolis, por ir siempre con la cabeza levantada. El médico le dio un collarín y le recomendó que reposase, que no hiciese esfuerzos innecesarios. Ella, sin mirarle a la cara, le contestó que sí. Al día siguiente se fue con las amigas a bailar salsa.

   Así era María, una mujer que siempre creyó conocer todo. Casada con un pintor reconocido, ella pensaba que sabía de arte. Los aduladores la nombraron crítica, presidenta de una fundación, mujer mejor conservada del año. También se creía lista, aunque no tenía ni el graduado escolar. Nadie recuerda la última carta escrita sin faltas de ortografía.

   Un día cualquiera, María decidió ponerse a escribir un libro de arte. Recopilaría las obras más importantes y hablaría sobre ellas. Se pasó días, semanas, meses viendo cuadros y comentando sobre ellos. Cuando envió lo escrito a un editor, éste se echó las manos a la cabeza. El libro era tan incomprensible que daba a entender que Velázquez era Goya, que Toulouse Lautrec era Picasso, que Monet era Gauguin. El editor, aun siendo otro adulador, le dijo que revisara un poco el libro.

   María segura de estar en posesión de la verdad, buscó durante semanas los fallos del libro. Se pasaba las noches en vela viendo Las Meninas de Goya, Impresión de Gauguin, El Arlequín de Toulouse-Lautrec. María sentía como su cabeza daba vueltas, por el insomnio, por la pintura cubista, por querer ser una artista. Cerró los ojos y por fin pudo descansar.

   Cuando despertó se notó rara. Vio que sostenía en la mano una espada larga y afilada. Iba impecablemente vestida y lucía tan bien como siempre. Sin embargo, nadie la venía a  adular, no había cuadros que criticar, no tenía folios para escribir las palabras mal. María se había convertido en la Sota de Espadas. Como en un cuadro, María se mantuvo guapa y lista para siempre. Sin embargo, de poco le servía. Las buenas palabras de la gente no atraviesan el cartón de la baraja.










                                               SOTA  DE  OROS


   Todo comenzó cuando a Victoria le regalaron un monedero rosa. La niña le preguntó a su abuela qué se podía hacer con aquel trozo de tela. La anciana le respondió que guardar la felicidad bajo cremallera. La niña metió cinco pesetas y cogió el monedero. Sus ojos verdes se abrieron con una mezcla de sorpresa y felicidad. Estoy más cerca de ser feliz, se decía a si misma.

   Después del primer duro, vino  el primer billete de mil, el primer euro, la primera paga, el primer robo en la cartera de la abuela. Al descubrir el hurto, los padres fueron a castigarla. Pero Victoria entornó sus ojos verdes y con un hilo de voz prometió no volver hacerlo. Y ellos la perdonaron. A las dos semanas no voló el dinero, sino el bolso de la anciana.

   Victoria creció, y con ella sus ambiciones. Al principio, se echaba novios que tuviesen motos, skates, pisos para ellos solos. Luego le cogió gusto a la ropa de marca, a los deportivos de dos puertas, a las vacaciones en Cerdeña. Victoria no trabajaba porque decía que se le cansaban los brazos, se le rompían las uñas, se le ensuciaban los zapatos. Todas las semanas veía su cuenta aumentar y se preguntaba en cuántos ceros estaría la felicidad de la que tanto hablaba su abuela.

   Pasaron los maridos, pasaron los años, pasó el tener cuerpo para ponerse bikinis en verano. Victoria se miraba al espejo y cada vez se veía más rica e infeliz. Dejaba pasar el tiempo tumbada en un sillón, viendo en el televisor cómo otros eran pobres, iban mal vestidos pero parecían ser felices. Un día, mientras se quedaba dormida, sintió como si las camas, las habitaciones se estuviesen volviendo cada vez  más grandes, más inhóspitas, más vacías.

   Al despertar, Victoria sintió algo extraño. Sus brazos le dolían, sus uñas sangraban y sus zapatos naufragaban en un plataforma llena de polvo. Levantó la vista. En la mano tenía una moneda tan reluciente que hacía daño a la vista. Su nombre estaba inscrito en ella. Victoria se había convertido en la Sota de Oros. Sostendría el dinero en su mano, pero jamás podría gastarlo. A Victoria no le importaba. Era feliz porque por fin trabajaba. Era feliz porque ya no se sentía sola.


 







                                      
MIGUEL  MONTESINOS  PAÑEDA

Fotografías
Mayte  Pañeda

                                              
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sábado, 21 de mayo de 2011

AKHESA + PONCE (LDF). "Descalzas y Tapas". Proyección fotográfica.




DESCALZAS  Y  TAPAS
by
LBF

TAPAS  Y  FOTOS
C/ Doctor Piga, 7
domingo 22  de mayo
2011
20  horas










   Nuestros artísticos e insuperables Akhesa y Ponce (Laboratorio de Fantasmas) nos mostrarán una selecta proyección de sus fotografías del género fetichista supremo. Y todo ello en ese bar de honda raigambre fotografiera y cultural que es Tapas y Fotos.

                               Laboratorio de Fantasmas
                        http://akhesayponceeventos.blogspot.com/
                       

   También les informo que uno mismo -o se Rafa Montesinos- también estará el jueves 26 de mayo mostrando en proyección una antológica, intitulada Quince años de Fotos a la Antigua. Ya recibirán cumplida información.


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miércoles, 18 de mayo de 2011

JUANA VÁZQUEZ: Presentación del libro "El Madrid cotidiano del siglo XVIII".








Juana Vázquez

Presentación del libro
El Madrid cotidiano del siglo XVIII
Ed. Endymión. Madrid, 2011

Con la intervención de
Carlos Berzosa,
Rector de la Universidad
Complutense de Madrid
y
Soledad Puértolas,
escritora y académica de la RAE

Biblioteca Histórica de
la Universidad Complutense de Madrid

Lunes 16 de mayo de 2011
19 horas




      El siglo XVIII español y, concretamente, el que transcurre en Madrid es fenómeno desconocido y lleno de tópicos más antiguos que el mundo dieciochesco. Menos mal que para aclararnos la perspectiva histórica contamos con el libro El Madrid cotidiano del siglo XVIII, de Juana Vázquez, y cuya valía fue certificada por dos egregias personalidades de aquella época.













    Pero vayamos por partes. Abre el acto Carlos Berzosa que, tras despedirse de su cargo -últimamente bastante cargante- de Rector de la Universidad Complutense de Madrid, destaca lo grato que le ha resultado informarse de aquella  vida madrileña sin tener que soportar la hojarasca de las notas a pie de página. Y recomienda a la asistencia su grata y amena lectura. Erudición divertida.

   Soledad Puértolas resalta determinados aspectos y capítulos del libro: Los petimetres y la petimetras, exquisitos de aquel siglo y con muchas horas de tocador; las deliciosas descripciones del cortejo; la intensa vida social de los pudientes, llena de color, encuentros secretos y no tanto, fiestas y plena exhibición más allá del negro y el recato de la época de los Austrias.






  También incide Soledad Puértolas en el consumo de productos no-nacionales, el afrancesamiento de un país, una ciudad, que no termina de despegar económicamente, pues el pueblo sigue en mal estado: una sociedad que continúa escindida. Por último, señala el fenómeno del majismo o aplebeyamiento de los altos estamentos y el importante papel que la mujer ocupa en las actividades sociales, aunque sean fundamentalmente festivas.














   Y entra en locución Juana Vázquez, distendida y amena como es su costumbre. Nos cuenta que todo proviene de una prolija tesis doctoral, con la que se ha encarado los últimos años y le ha dado forma ligera, actual y sin notas a pie de página. En su investigación, el ochenta por ciento de la información española procedía de Madrid y por eso Madrid en el siglo XVIII.










   Juana Vázquez insiste en que la modernidad y el estrés que produce el exceso de actividad social ya se encuentran en aquel Madrid. Señala la ruta: El gran tablón de anuncios o mentidero de la villa estaba en la escalinata de la iglesia de San Felipe el Real, en la Puerta del Sol. El que por allí no pasara perdía toda información sobre lo divino y humano de la villa y corte. El gran mercado de la Plaza Mayor, con alimentos nunca vistos. El ocio casticista que se observa en los barrios del extrarradio: Avapiés, Barquillo, Maravillas, lugares imprescindibles para que ricos y pobres bailaran al son de seguidillas, boleros o fandangos. Paseos obligados para ver y ser visto: Paseo del Prado, Paseo de las Delicias, Puerta de Toledo. Y tertulias, comidas, cafés, toros, teatros, ópera. Todo ello para petimetres y petimetras, afrancesados, castizos, etc.

   Una ciudad que tan exactamente retrató Francisco de Goya. Una ciudad que Juana Vázquez nos la va enseñando, según la vida del pueblo, según la vida de los adinerados; un Madrid de puertas para dentro, de puertas para fuera; una ciudad en la que la mujer sale por fin del encierro del estrado y por la que transita con cierta libertad; una lugar para las muchas fiestas religiosas y paganas que, según la autora, en poco se diferenciaban; un momento para que el código de los lunares expresara muchas ideas y deseos.





















   Entre los ilustres asistentes al acto de presentación del libro, contamos con César Antonio Molina, Mercedes Monmay, Julio Santiago y Amaya, Marí Fe Santiago, Ana Mª Cuervo de los Santos, Mayte Pañeda y un distinguido elenco de personalidades, que no detallamos dado lo prolijo de la enumeración.












   El Madrid cotidiano del siglo XVIII es libro que continúa la labor erudita y divertidamente divulgativa que emprendió Carmen Martín Gaite con Usos amorosos del siglo XVIII en España. Y prueba de ello es que Madrid, como capital europea del jolgorio, no se entiende sin el siglo XVIII. Y por eso, para ratificar el hecho, viajaron desde ese siglo dos seres pelucones y alunarados, Don Julio y Doña Amaya, que dieron el visto bueno a Juan Vázquez y su libro.  En las fotos se constanta dicha presencia.










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de aquella época.