lunes, 13 de junio de 2011

Verso y Prosa en Madrid, y un Fotógrafo de Ahora. Miguel Montesinos Pañeda, Julio Santiago, Leopoldo Mª Panero y Luis Baylón.



Desde El orden de las cosas,
de
Miguel Montesinos Pañeda,
pasando por el gentío de
la Feria del Libro,
hasta los libros de
Leopoldo Mª Panero,
Julio Santiago
y
Luis Baylón
*

Ateneo de Madrid
viernes 11 de marzo
22,30 horas
y
Feria del Libro de Madrid
sábado 12 de marzo
de 18 a 21,30 horas






    El viernes 11, se presentó a nocturnas horas El orden de las cosas de Miguel Montesinos Pañeda, libro de prosas breves en tono exacto y lírico a la vez.

   Ello ocurrió en las sesiones de La Cacharrería,       que en el Ateneo de Madrid transcurren desde hace más de quince años dirigidas por Miguel Losada, simpatiquísimo y dinámico poeta y crítico de cine.




José Mª Ponce, Miguel Montesinos Pañeda,
Juan José Martín Ramos y José Ignacio Serra










   El concurrido acto comenzó con las distendidas y amables palabras de Juan José Martín Ramos, poeta y director de la colección Los Conjurados, que dio la bienvenida a Miguel Montesinos Pañeda, su más joven conjurado, por ahora, que el tiempo hace cuentas rapidito.
  
   De Juan José y su colección sólo pueden decirse maravillas, no sólo por la brillantez de sus dieciocho títulos, que han ido conformando dicha colección en algo más de dos años, sino por el gusto a la hora de dar forma a los libros y por el trato tan generoso que otorga a los poetas y prosistas de esta su casa de papel. Un buen hacer del que podrían aprender algo, un poquito, ciertos colegas del gremio editorial, tenderos del tanto por ciento y del sisar como método.

   En segundo lugar, intervino el poeta José Ignacio Serra, que no trajo texto preparado para la ocasión y que tuvo a bien leernos el prólogo o pórtico que abre el libro de Miguel. Así que sacamos algunos líneas de interés del susodicho prólogo:

   Me atrevería a decir que casi todos sus personajes son como niños, niños que preguntan y se preguntan incansables, niños que desmontan sus juguetes o que abren la puerta que no deben abrir. […]
   Y algunos de estos textos semejan guiones para cortometrajes. “Los designios de Tchaikovsky” parece un Tarantino sin sangre. […]
   Tarantino sin sangre, Almodóvar sin sexo: para ser tan joven y viniendo de donde viene, diría que me recuerda más al abuelo que al padre. […]
   Un guante, por ejemplo;  un guante de mujer: ¿quién lo lleva?, ¿y por qué? O una botella; una botella de agua puede ser un ente terrible. […]
   Todo se mueve en este libro, todo cambia, todo se transforma o reencarna en otra cosa. El significado está siempre por ver, por descubrir. Los destinos se tuercen para mejor cumplirse. […]
   Nada es lo que es, nadie es lo que dice ser, o lo que quiso u otros quisieron que fuesen; y todos, imposiblemente, son. Nada está vacío.













   Cerró el turno de presentación la voz y la gracia del periodista y hombre de mundo José María Ponce. Con la exactitud expositiva que le caracteriza, le vino a decir al naciente prosista que se fuera preparando para la sobriedad y la pobreza, como periodista recién licenciado y como escritor bautizado en el Jordán del Ateneo. Le recriminó con honda ternura que fuera “realmadrizo” y no atlético, como él.

   Ya centrado en los relatos de El orden de las cosas, José María Ponce señaló un notable tratamiento humano de sus personajes; cercanía humana, cariño por los seres oscuros y desubicados socialmente. Todo ello a través de una economía de medios notable: minimalismo literario. Además, según Ponce, Miguel Montesinos Pañeda cierra con sorpresa y facilidad sus historias.











  Y entró en escena el autor, que durante algo menos de media hora leyó una selección de las prosas del libro. He aquí algunos fragmentos de dichos textos:

   La primera vez que rompí un plato, no sabía lo que era un plato. La segunda vez que lloré, no sabía qué eran las lágrimas. La tercera vez que perdí un diente, no sabía quién era el dentista. La cuarta vez que hablé, no sabía lo que eran las palabras. Era pequeño y no conocía los partidos políticos, el Real Madrid, el sexo, el alcohol, las drogas, la filosofía. No conocía, pero era feliz. Feliz en la ignorancia […] (De  “La inocencia de romper un plato”).

Después de las vacaciones de Navidad, mis amigos llegaban a clase llenos de nuevas cosas. Y yo, con los bolsillos vacíos y la lengua repleta de respuestas para mis crédulos amigos. Durante el primer recreo del año, se sentaban junto a mí  y  les contaba alguna historia sobre la Navidad. Y es que un niño con diez años y sin regalos es una de las armas más peligrosas que ha conocido el hombre. […]  (De “Cuento de Navidad para niños descarriados”).

   El agua de la botella retumbaba cuando don Julián, el director del colegio, se acercaba al aula. Era un hombre monstruoso, tanto en tamaño como en carácter. Entraba en clase, daba un portazo, gritaba a los alumnos y les castigaba sin razón aparente. A pesar de su severidad, el colegio era un desastre. Los alumnos hacían novillos, la cafetería servía comida caducada y el profesor de Matemáticas hablaba de Cervantes. […] (De  “Agua en una botella”).

    Cuando la asistenta congoleña abrió la puerta, la Muerte apareció sudando, debido a los seis pisos que acababa de subir. Odiaba las casas antiguas sin ascensor.
   La Muerte le dijo a la asistenta quién era. Ésta, sin inmutarse, la invitó a pasar. La vieja asistenta se había convertido en una autómata. Lo mismo le daba abrir la puerta a la Muerte que al mensajero de Correos. La Muerte moderna ya no llevaba guadaña ni hábito de monje. Ahora busca a sus víctimas en la PDA, va vestida de Armani y lee la sección de esquelas del New York Times. […]  (De “La Muerte vestida de Armani”).

  Lola no se quiere morir, sólo quiere tener cáncer. Y tener  la habitación llena de  flores de sus hijos que han vuelto de Londres. Y tener la cara llena de los besos de su arrepentido marido. Lola sueña con esto por las noches. Cuando despierta, se mira en el espejo y llora porque tiene buena cara, porque no le duele nada, porque se siente sola. […] (De “La mujer que quería estar enferma”).

  Lo admito. No soporto a mi padre. Le gusta comer a las dos y media con la radio puesta. Aprovecha para hacer comentarios resabidos y presuntuosos. En la mesa nadie le contesta. Mi madre sirve la comida y calla. Mi hermana come la sopa y calla. Yo pienso que es gilipollas y callo. Le gusta leer libros, ver películas raras e ir a exposiciones de artistas vanguardistas. Pero no lo hace por gusto, ni siquiera por obligación, sólo para saber más que los demás, para hablar sobre algo y sentir que todo el mundo le escucha fascinado. No es más que un mediocre infeliz. Su mujer no le quiere; nosotros, sus hijos, tampoco. Mi hermana Eva ya no trae a sus novios a casa. Mi padre siempre les pide lo mismo: “Dime todo lo que sabes de León Tolstoi”. Si no hablan más de cinco minutos sobre dicho novelista, mi padre decide que son demasiado ignorantes como para salir con Eva. Ese es mi padre: un hombre sordo que habla para sí mismo. […] (De “Ya se pasará”).

   Y como es de rigor, hubo preguntas al joven prosistas, a las que éste respondió con voz suave y sorprendente aplomo. Se cerró el acto, como es tradición en La Cacharrería, con la voz del protagonista. Miguel Montesinos Pañeda leyó uno de los líricos relatos de El orden de las cosas.










   Y broche final: las entrañables y simpáticas palabras de Miguel Losada, buen poeta que tiende puentes, desde los Viernes de la Cacharrería, para poder oír la voz de diferentes autores del verso y prosa de nuestro idioma. Qué lujazo.  

   A continuación, durante más de media hora, Miguel acometió la dedicatoria y firma de numerosos ejemplares de El orden de las cosas. Y tras ello,  nueva congregación de estupendos amigos/as y/o literatos en bares y cafeterías del entorno del Ateneo.









*****






   El sábado por la tarde, Mayte Pañeda y yo nos dimos al itinerario cultural de la Feria del Libro. La oferta era, como es costumbre en los fines de semana, abundante. Se dieron cita numerosos autores/ras de las letras, de las artes, de las ciencias y de cualquier tecnología o divertimento que puedan conformar un libro. Calor abundante. Gentío, también. Lo cual obligó a centrarse en dos poetas, Julio Santiago y Leopoldo María Panero, y en un fotógrafo de lente lírica, Luis Baylón.

   Leopoldo María Panero estuvo en la caseta de la editorial Huerga y Fierro firmando Sobre la tumba del poeta. Antología esencial. He aquí breve muestra de poética desgarrada de Leopoldo María:

    AMANCER SOBRE LA TUMBA
                                                  DE
                          LEOPOLDO MARÍA PANERO

En la playa de la noche
mostraba mis ojos a las sirenas
que jugaban impunemente con mi pene
con el falo que en el lecho maloliente
deshacen los sueños y cae la piedra
del pensamiento al suelo.





 A la derecha, Leopoldo Mª Panero











   Julio Santiago, estupendo y vital poeta, estaba en caseta siguiente (Editorial SIAL) firmando libros a troche y moche. A saber, ejemplares de Poesía Depilada II, de su nueva obra Ulo Ago y de Blanco Nuclear. Antología de la poesía gay y lésbica última, en la que participa. Recordemos dos poemas de Julio Santiago:

La
Ciencia
Fricción
es
la
madre
del
turrón.
*

Mi
ombligo
sea
el
kilómetro
cero
de
todas
tus
distancias…

(De “Poesía Depilada II”)










Julio Santiago








   Atravesamos la Feria del Libro en abarrotada congregación de curiosos, lectores, familias ociosas, autores de alma y presupuesto en pena, muñecotes de súper felpa y diversos seres disfrazados.














   Por fin, llegué a la caseta de la Editorial Lunwerg, y allí estaba Luis Baylón, amigo de muchos años y fotos. Juvenil, dicharachero, ingenuo, malicioso en su ronca dicción. Allí estaba firmando su estupendo Baylón (Lunwerg Editores, Barcelona-Madrid, 2011), libro más que recomendable para los que quieran hacer fotos como la vida y la calle mandan. Fotos sin trucos, a la antigua usanza. Fotos de la verdad por delante, descaradas, sin trampa ni cartón, con amor y mala leche, sin conceptualismos retorcidos. Fotos del mejor instante del aquí te pillo, aquí te retrato.



Luis Baylón














   Pero dejemos las palabras y observen algunas fotos del autor y, sobre todo, compren este libro, sabrán de fotos y de la vida más de lo que muchas estampillas o fotos del “fotochocho” nos proponen, asquerosamente.



 Cubierta del Libro




Fotografía del libro
de Luis Baylón




 Fotografía del libro
de Luis Baylón




Fotografía del libro 
de Luis Baylón





Admiradoras del arte y salero fotográfico
de
Luis Baylón


Luis Baylón: la verdad de un buen fotógrafo;
la verdad de un buen colega.

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